Las mejores partes de la infancia eran las que tenían que ver con seres mágicos que nos visitaban de vez en cuando: Papá Noel, el conejito de Pascua… Siempre sentíamos esa ilusión al irnos a dormir, incluso intentábamos pillarlos desprevenidos alguna vez, pero siempre nos vencía el sueño.
Cuando empezaron a caerse los dientes de leche, aparecieron unas nuevas criaturitas: el Ratoncito Pérez y el Hada de los Dientes, que recogían nuestros dientes y nos daban a cambio dinero, chuches o incluso juguetes. Pero, ¿dónde y cuándo surgen estos dos seres del sueño?
El origen del Ratoncito Pérez
Este Ratoncito Pérez, Ratón Pérez o Ratón de los Dientes (sí, tiene muchos nombres) es el roedor más famoso en los países de habla hispana.
Se dice que el mito surge con el cuento La Bonne Petite Souris (1697) de la baronesa d’Aulnoy, una mujer de la nobleza francesa conocida por sus pequeños cuentos e historias. Sin embargo, en este cuento en concreto, el ratón no recogía los dientes de los niños, por lo que muchos creen que en lo único que influyó esta narración en la creación de la leyenda fue en que era un animalito que visitaba a los humanos.
Otro indicio de la existencia del Ratón Pérez (o al menos de su mito) está en la obra La de Bringas (1884) de Benito Pérez Galdós, ambientada en 1866, en la que se compara a un personaje avaricioso y tacaño con el ratoncito Pérez, por lo que esto indica que ya existía este mito popular a mediados del siglo XIX.
No obstante, el origen con el que más personas están de acuerdo se remonta al Palacio Real de Madrid en 1894, cuando el rey Alfonso XIII era todavía un niño, con el apodo cariñoso “Buby”. Cuando su hijo perdió su primer diente, la reina le pidió a Luis Coloma (un escritor y periodista) que escribiese un cuento como regalo para Buby. En él (titulado Ratón Pérez), un pequeño ratoncito vestido de manera elegante, hace un viaje junto al rey Buby transformado en ratón, en busca del diente caído de este último.
Su leyenda es tan conocida que, en la parada de metro ‘Banco de España’ de Madrid, hay una pequeña puertecita para el ratoncito, y en la calle Arenal (donde se dice en el cuento que vivía) una placa conmemorativa a Pérez.
El origen del Hada de los Dientes
En el resto de países es más conocida el Hada de los Dientes, que, a fin de cuentas, realiza el mismo trabajo que el Ratoncito Pérez: recoger los dientes de los chiquillos a cambio de regalos.
Este mito es mucho más antiguo que el otro: se cree que surgió en el siglo X, en los países nórdicos. En las Eddas, se recogen muchas de las tradiciones escandinavas de la época, y entre ellas se encuentra tand-fe.
Tand-fe (traducida a tooth fe, que suena muy similar a ‘tooth fairy’, que es “hada de los dientes” en inglés) era una tradición que consistía en que los padres le daban un regalo a sus hijos a cambio de sus primeros dientes, pues existía la superstición de que los dientes de leche daban suerte y protegían en las guerras (tanto que los guerreros se hacían collares con los dientes de sus niños).
Mucho más adelante, en 1908, se reintroduce a este Hada, a través de un artículo del Chicago Tribune, en el que se comenta de manera cómica la estrategia que muchos padres seguían de decir a sus hijos que si les dejaban quitarles los dientes que estaban a punto de caerse, un hada les daría un regalito por la noche.
Pero, ¿por qué dientes?
Como ya se ha mencionado con el ritual de tand-fe, en la Edad Media había innumerables supersticiones en torno a los dientes de leche de los niños.
En Inglaterra, por ejemplo, quemaban los dientes al caerse para evitarle desgracias al niño en su vida, ya que se decía que quien no los quemase de pequeño, al llegar al más allá, estaría condenado a buscar sus dientes para siempre.
También se solían enterrar los dientes para esconderlos de las brujas, porque se creía que si una bruja acababa en posesión de un único diente, tendría el dominio completo de su dueño.
En versiones más recientes, como La leyenda de Toof (The Legend of Toof, 2021), un libro infantil que narra las aventuras de un pequeño hada, cuenta que el polvo del interior de los dientes era muy necesario para las Hadas de los Dientes porque lo utilizaban para volar más rápido, e importante también para el Ratón Pérez y sus descendientes porque servía para calentar sus casitas durante el invierno.